Una experiencia Misionera:
Nos preguntaba Conchi una vez que estabamos reunidos: “vosotros, ¿quién decís que sois cuando os pregunta la gente?”. Algunos decían: “somos un grupo de Laicos de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María”, otros: “un grupo cristiano que hace convivencias cada 3 meses para profundizar en la fe y acompañarnos en la vida”, o: “un grupo de personas que algunos veranos va a misionar a sudamérica”...Ella nos contestaba: “tenéis que decir lo que realmente sois: SOMOS SEGUIDORES DE JESÚS”.
Esa frase se nos quedó grabada. Al principio nos costaba, nos daba vergüenza decirlo. Pero poco a poco fue cogiendo fuerza, porque en realidad, es lo que somos, por encima de cualquier título o explicación de lo que hacemos.
Lo que más aprecio es el contacto con la gente. Para poder irnos de misiones realizamos muchas actividades durante el curso (mercadillos, lotería, postales, pegatinas, cenas solidarias...). Lo importante ya no es ir, sino cómo hemos respondido a esa tarea, a ese esfuerzo. ¿De qué nos vale decir que el dinero recaudado es para misiones, si damos una mala contestación o hacemos un gesto feo a la señora que nos compra un juguete usado? Ese no es el estilo de Jesús. ¿De qué vale decir que somos solidarios si no ponemos todo el empeño cargando cajas de ropa un domingo a las 8 de la mañana para ir al mercadillo? Qué me diría Jesús si lo tuviera enfrente.
Es aquí donde empieza nuestra misión. En todo momento somos misioneros, hasta en lo más pequeño. Por eso disfruto tanto hablando con nuestros amigos marroquíes del mercadillo: charlamos sobre el tiempo, sobre cómo van las ventas... Amhed nos compra y regatea, el que vende los CDs nos alegra el día con la música, los niños gitanos nos preguntan si hemos traído nuevos juguetes... no hay nada comparable a la expresión de un niño cuando se lleva un juguete. Al final es lo que queda, no el dinero recaudado.
Yo me di cuenta en Uruguay que realmente mi misión comenzaba en mi entorno: en casa, en la facultad, en el trabajo. ¿Qué tenía yo para ofrecer a los niños del asentamiento? Lo vivido durante el curso. Nos habíamos entrenado a ir de dos en dos vendiendo pegatinas, al rechazo de la gente, al interés de otras personas, al cansancio y a la vergüenza, al sacrificio y a la alegría, a pensar nuevas actividades, a solucionar imprevistos... Nos habíamos entrenado a vivir de una manera determinada los acontecimientos.
¡ ESE ES EL ESPÍRITU QUE QUEREMOS!
Ese es nuestro lema. Un espíritu sobre todo de ALEGRÍA Y VOLUNTAD.
En misiones no construimos puentes ni cavamos pozos. Abrazamos a los niños y charlamos con las personas. Por el momento es lo que hacemos. Ya llegará el día en que hagamos algo más. A mí, me ha cambiado la forma de mirar a las personas, sobre todo a las más marginadas. Ahora soy consciente que lo que llega a los demás es mi actitud, mi testimonio, que soy muy importante para Jesús, que El me necesita.
QUE SE NOTE. ALEGRÍA MISIONERA!
Xabier Arraztio Oiz.
MISIONES Montevideo (Uruguay)
7 julio - 16 agosto 1999
Somos Silvia y Xabi, 2 jóvenes estudiantes de la Universidad, que con nuestros miedos e ilusiones estuvimos el verano de 1999 de misiones en Montevideo. Pero no podemos hablar de esta experiencia como un hecho aislado. La misión parte de un proyecto de grupo, como miembros del Grupo de Laicos de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María. Somos 14 jóvenes de Gipuzkoa, Bizkaia y Navarra. Algunos trabajan y otros estamos estudiando. Se trata de un grupo de fe, en el que también compartimos la vida, en el que vamos creciendo como personas, al estilo de Jesús, con el carisma de las Misioneras.
Los lazos de unión que se han creado son muy fuertes, tanto entre nosotros como con las hermanas. No sólo se trata de vivir juntos unas convivencias o unas reuniones, se trata de llevar todo ese compromiso al día a día, cada uno en su lugar, estar en contacto, atentos al otro, compartiendo los sentimientos, ilusiones, agobios, alegrías... Jesús siempre está en medio.
“Nos queremos un montón y eso se nota”
Cuando el grupo llevaba un año funcionando, las hermanas nos plantearon ir de misiones ; sólo había una condición : el dinero para sufragar los billetes de avión (150.000 pts/persona) lo teníamos que conseguir trabajando en grupo, sin pedirle a los aitas o sacando de la “cuenta corriente”.
Aceptamos el compromiso y nos pusimos manos a la obra. Trabajamos TODOS PARA TODOS. No sabíamos quién iba a poder ir, ni el dinero que íbamos a sacar, así que el dinero conseguido era para el proyecto de grupo, no para uno mismo o una persona en concreto.
Fue toda una experiencia maravillosa, dura, cansada, alegre... con enfados, agobios... pero de CRECIMIENTO como grupo y como personas. Tuvimos muchas reuniones, infinidad de actividades para sacar el dinero (lotería, mercadillos, postales, pegatinas...). Hubo personas en el grupo que desde el principio decidieron no ir de misiones, pero que trabajaron como el que más, poniendo todas las energías en el proyecto.
Cinco personas tuvimos la suerte de montarnos en el avión e irnos a la misión (3 a IGUAZÚ - Argentina y 2 a MONTEVIDEO - Uruguay) tras ese año de trabajo y preparación. Desde estas líneas queremos agradecer al resto del grupo y a las hermanas, porque gracias a ellos pudimos gozar del gran regalo que supone una misión.
El viaje
La despedida en el aeropuerto fue dura, sobre todo para los que se quedaban. Nosotros íbamos ilusionados, ¿Qué tendría Jesús guardado para nosotros ?...
Fue difícil. Sobre todo al aterrizar y encontrarnos en una realidad tan distinta. Pero encontramos a Jesús nada más llegar, estaba en forma de pegatina en la luna de la furgoneta que nos llevaba a la parroquia donde íbamos a estar esas 5 semanas (MATER ADMIRABILIS). Ambos nos miramos y sonreímos. Allí nos recibieron las 3 hermanas con las que compartimos la misión y que fueron nuestra familia durante ese tiempo : Irene, Izaskun y Selva.
Las hermanas se encargan de sacar adelante la parroquia, la catequesis, visitar a los vecinos que las necesitan, repartir ropa y alimentos... pero por nuestra llegada se quiso dar un empuje a la labor misionera, y llegar a aquellas zonas del barrio que no habían podido atender, por falta de tiempo y recursos. Son sólo 3 hermanas y a la parroquia le corresponden 20.000 personas, separadas por grandes distancias.
La Misión
Comenzamos a visitar la zona de APARICIO SARAVIA, un lugar marginal dentro del barrio. Es un asentamiento de chabolas, con mucha delincuencia y que los propios vecinos del barrio califican de peligrosa.
El objetivo era comenzar a tomar contacto para formar una COMUNIDAD DE BASE , que pudiera atender las necesidades de esa zona. Es un proyecto a largo plazo, porque las necesidades son muchas y los obreros pocos. A nosotros nos tocó comenzar el proyecto, así que empezamos por preparar la tierra y poner la semilla. Y eso es todo lo que pudimos hacer en 5 semanas : “preparar la tierra para que algún día de frutos”.
Si la llegada a Montevideo nos impresionó mayor fue la sensación al visitar por primera vez el asentamiento. Aquello era como en los reportajes de la T.V., pero real, y nosotros estabamos allí. Rodeados de niños, que al principio no aceptaban un beso o un abrazo, pero luego se colgaban de ti. Esa sensación de un abrazo agradecido, sentido, libre y sin máscaras nunca lo podremos olvidar.
La misión comenzó con visitas “casa por casa” para comunicar la labor que acabábamos de empezar, ponernos “a las órdenes”, como dicen en Uruguay, e invitarles a los juegos que hacíamos con los niños todas las tardes a las 4. Estas visitas eran lo más difícil porque a nosotros nos parecía como agredir la intimidad de las familias, presentándonos de 2 en 2. Pero vimos qué necesidades inmediatas había (biberones para bebes, ropa para una familia que se le había quemado la casa...). Nos dimos cuenta del miedo y desconfianza que sufrían ; no podían dejar su casa sola, porque la misma gente del asentamiento les podía robar las pocas cosas que tenían.
Nos encontramos con una falta grande de iniciativa y energía para salir de la situación en la que se encontraban. Nos dimos cuenta que una de las cosas fundamentales sobre las que había que trabajar era en el sentimiento de comunidad. Que entre ellos se tenían que ayudar. Tenían que ser vecinos, no enemigos. Es algo muy difícil de conseguir, pero la cooperación y ayuda mutua es fundamental para que se pueda hacer algo.
Organizamos charlas con mujeres, porque pensamos que esa podía ser una forma para que ellas se conociera, pero no acudieron. Tampoco los jóvenes-adolescentes acudieron a las actividades que organizamos, y este es un colectivo que necesita mucho, sobre todo algo que hacer. Para no pasar el día bebiendo y robar como única solución para sacarse unos pesitos, ya que el problema del paro en esa zona es muy grave.
A pesar de todo esto nosotros estábamos alegres porque los niños eran siempre fieles a los juegos y durante esas 2 horas nos sentíamos realizados. Esa labor con los niños continúa aún allá, se han hecho talleres de pintura y taekwondo ; además el proyecto contiene más actividades que poco a poco se irán haciendo. Todo esto lo hacíamos con la ayuda de misioneros uruguayos : Mª José y Marcelo, que dejaban sus actividades cotidianas, ya que ambos están estudiando y venían al asentamiento a trabajar también.
Cada día teníamos que enfrentarnos a situaciones que nos hacían darnos cuenta de nuestras limitaciones, pero también hemos hecho cosas que nunca nos imaginábamos ser capaces de hacer. Hemos comprobado lo insignificante que pueden llegar a ser algunas cosas, como la ropa o el ir “guapo-guapa” para ser felices. Allí con ropa que no nos quedaba ni medio bien comprobamos que éramos nosotros mismos, sin máscaras.
En todo esto la ORACIÓN fue fundamental. Una de las experiencias más gratificantes fue la de descubrir la eucaristía y los rezos diarios (laudes y vísperas). Recordamos con especial cariño la pequeña capilla azul de las hermanas. Allí rezábamos cada mañana y cada tarde. Por la mañana tomábamos fuerza para la jornada y por la tarde reflexionábamos sobre lo vivido. Un tiempo para nosotros con Dios.
La vuelta a casa
La despedida fue dura. Nos hemos traído más cosas de las que dejamos allá. Pero una cosa la tenemos clara : NUESTRA MISIÓN ESTÁ AQUÍ. Aquello fue una experiencia maravillosa que nos ha de ayudar para vivir aquí. Por supuesto este año seguimos trabajando para que más gente del grupo pueda vivir lo que nosotros vivimos el verano pasado. Seguimos compartiendo la vida con mucha alegría, conociéndonos y queriéndonos cada vez más, al fin y al cabo, todo esto del dinero para los billetes no es más que una “excusa” para VIVIR AL ESTILO DE JESUS.
Silvia y Xabi LAMIS (laicos misioneros) marzo 2000